¿Cuanto tiempo es el que se necesita para habitar un lugar que no conocemos? En Humahuaca por ejemplo con una hora y en algún medio de transporte puedes ir de Cerro Blanco, al Monumento a los Héroes de la Independencia, la catedral, la plaza, y hasta te compras algún abrigo de lana de oveja o alpaca. Pero que sucede si en cambio te quedas. Y pasan los días que se convierten en muchos días y ya van semanas y más semanas. Que es lo que se modifica al pasar de un sujeto transitorio a uno permanente. De los turistas que llegan en sus buses con aire acondicionado, bajan, miran la arquitectura, hacen las fotos de rigor y continúan, a otro turista que llega, se aloja en alguna casa de la localidad, por las mañanas decide su desayuno en el mismo mercadito de la esquina, busca su menú de 10 pesos en el lugar donde trabaja esa moza tan simpática y ve los atardeceres y las tormentas desde sus plazas mientras se hace de noche y vuelve caminando por las veredas de piedra que dejan de a poco ser las veredas de un turista. Permanecer revela las personas detrás del paisaje, sus nombres, sus vidas. Entrelaza el cotidiano día a día, sus dificultades y esperanzas en filones de historias humanas.Y te tropiezas con personajes como Raúl Prchal, el quijotesco anarquista que vive en su pequeño castillo de barro (sin luz ni agua y muchos gatos) en Humahuaca y toma el vino berreta que a el gusta beber mientras conversa sobre el marxismo y Malatesta.Rocío en Iruya, que no para de hablar y radiar calidez mientras de un lado a otro pasan sus 9 hermanos en bicicletas, con fuentones de ropa, con bombitas de agua, corriendo por el hospedaje de 3 pisos de su madre Clarisa. Ella la ayuda durante el verano y ahorra plata para volver a Salta, recibirse de Bióloga y hacer operar del brazo a una de sus hermanas que hace algunos años adopto como hija.Aquella chica Kolla con olor a caña y voz enrevesada que me acusaba de gringo y de no entender nada. Y que después de llorar por el “Che” Guevara me escribía palabras de afecto en la última hoja de mi libreta mientras se nos iba el último colectivo a Humahuaca.Mi amigo burro, que me acompañaba en las noches solitarias de Iruya. Yo iba a calentarme con ese barril que a la tarde usaban de asador y que ha esa hora tenía las últimas brasitas tibias. Él, cerca de las 22.30 llegaba a comer del tacho de basura que estaba al lado. A esa hora nadie le tiraba piedras para espantarlo y a mi me daba por contarle sobre mis problemas con las chicas y si sabia algo del sentido de la vida.O aquellos hombres en el cementerio de Maimará que me preguntaban por mi cámara, por Bush, por Obama, por Cuba. Uno me explicaba que era un FAL. Que estuvo en el conflicto de Beagle. Que durmió en cuevas de zorro. Que pasaba mucha hambre. Y si yo sabía que es la Leucemia. Y que si no se puede prevenir con tiempo. Que una mujer del pueblo se murió hoy en Buenos Aires. Y que dejo 4 chicos. Y que ellos están un poco borrachos. Pero que son buenos. Y se disculpaban por estar borrachos y que la gente del norte es buena. Y el más petiso lloraba, lloraba por aquella mujer.Hay una historia urbana y está esta, la otra cara de argentina, la historia del interior. La historia hecha a caballo y espada. Hasta los paisajes parecen hacerse eco de este dramatismo y levantan sus cerros y montañas como antiguos animales gigantes que muestran su esqueleto desnudo.Viajar es un acto creativo, una responsabilidad. Viajar significa que hay gente que espera y espera compartir. Cuando ellos te cuentan sus historias has hecho algo con la distancia. No cambias lo que te separa, pero los espacios se modifican. Aun no entiendes todas sus palabras, pero van quedando sus espejos.
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